Historia y Leyenda de los Jueves
En esta ocasión La Leyenda del Ermitaño, Huertas Malas
Detrás del Uritorco, y en un inmenso embudo entre cerros; tierra de una vegetación exuberante.
Duraznillos florecidos en primavera, dan calidez al paisaje serrano. Su vegetación, vertientes y cuevas al pie del Cerro Macho, dan lugar a, pensar que en otras épocas sus pobladores vivían en el lugar como en el paraíso terrenal. La llamada “Cuevas de los Vientos”, curiosamente enclavada al pie del Cerro, produce una corriente de aire que con su fuerza no deja crecer malezas a su entrada. Plagada de víboras, -no todas venenosas- y pájaros; en días de verano sin brisa, la corriente de aire que expele produce un bramido, que en la noche, ante el silencio de la oscuridad, parece la boca del Uritorco que suspirase. Es el “bramido” del cerro, que a veces impresiona.
Mas abajo, otra cueva; sus paredes son de un brillante gris acerado y se la conoce como “La cueva de la Plata”.
Los paisanos de la zona, cuentan que sus abuelos, hablaban de un hombre, que bajaba de los Altos y vendía frutas secas a los vecinos del pueblo. Pedía en cambio ropas viejas y algún trozo de tocino o grasa.
Era un hombre alto, muy rubio, de espesa y larga barba y cabello; ojos azules, buen mozo. Vestía pantalones ajustados, chaquetilla larga y calzaba con cuero de guanaco que cazaba en el lugar. Lo llamaban “El Ermitaño de la Huertas Malas”, y era amigo de las víboras, de los pájaros y de los pumas.
Las frutas las cosechaba de plantas que el mismo había sembrado; y no son otras que los duraznillos e higueras, que hoy creemos salvajes y que en el lugar abundan.
Vivía en una casa hecha contra la piedra, al pie del Úritorco. El mismo la fabricó con tino de arquitecto y todavía mantiene sus muros. Se alimentaba de yuyos, frutos y carne de animales salvaje que cazaba con trampas que el mismo fabricaba.
Hacia 1870, dejó de bajar al pueblo; y dicen que fue asesinado por ladrones que lo creían rico en plata y oro, que suponían el había encontrado en la zona. Lo cierto es que los huesos no pudieron encontrarse.
Los menos jóvenes del pueblo, dicen que “El Ermitaño de las Huertas Malas”, era un capitán Español, que lucho en la batalla de Tucumán, y que, en desbande y mal herido, perdió contacto con los suyos que huian hacia Salta y enfiló hacia el Sur. Así llego a las Huertas Malas y se afincó en el lugar hasta el día que lo mataron. Su acento muy castizo, que desentonaba con el serrano de los lugareños; su forma de vestir y su palabra década de costumbrismo español, pueden hacer verdad la leyenda que tras este personaje se ha creado.
En esta ocasión La Leyenda del Ermitaño, Huertas Malas
Detrás del Uritorco, y en un inmenso embudo entre cerros; tierra de una vegetación exuberante.
Duraznillos florecidos en primavera, dan calidez al paisaje serrano. Su vegetación, vertientes y cuevas al pie del Cerro Macho, dan lugar a, pensar que en otras épocas sus pobladores vivían en el lugar como en el paraíso terrenal. La llamada “Cuevas de los Vientos”, curiosamente enclavada al pie del Cerro, produce una corriente de aire que con su fuerza no deja crecer malezas a su entrada. Plagada de víboras, -no todas venenosas- y pájaros; en días de verano sin brisa, la corriente de aire que expele produce un bramido, que en la noche, ante el silencio de la oscuridad, parece la boca del Uritorco que suspirase. Es el “bramido” del cerro, que a veces impresiona.
Mas abajo, otra cueva; sus paredes son de un brillante gris acerado y se la conoce como “La cueva de la Plata”.
Los paisanos de la zona, cuentan que sus abuelos, hablaban de un hombre, que bajaba de los Altos y vendía frutas secas a los vecinos del pueblo. Pedía en cambio ropas viejas y algún trozo de tocino o grasa.
Era un hombre alto, muy rubio, de espesa y larga barba y cabello; ojos azules, buen mozo. Vestía pantalones ajustados, chaquetilla larga y calzaba con cuero de guanaco que cazaba en el lugar. Lo llamaban “El Ermitaño de la Huertas Malas”, y era amigo de las víboras, de los pájaros y de los pumas.
Las frutas las cosechaba de plantas que el mismo había sembrado; y no son otras que los duraznillos e higueras, que hoy creemos salvajes y que en el lugar abundan.
Vivía en una casa hecha contra la piedra, al pie del Úritorco. El mismo la fabricó con tino de arquitecto y todavía mantiene sus muros. Se alimentaba de yuyos, frutos y carne de animales salvaje que cazaba con trampas que el mismo fabricaba.
Hacia 1870, dejó de bajar al pueblo; y dicen que fue asesinado por ladrones que lo creían rico en plata y oro, que suponían el había encontrado en la zona. Lo cierto es que los huesos no pudieron encontrarse.
Los menos jóvenes del pueblo, dicen que “El Ermitaño de las Huertas Malas”, era un capitán Español, que lucho en la batalla de Tucumán, y que, en desbande y mal herido, perdió contacto con los suyos que huian hacia Salta y enfiló hacia el Sur. Así llego a las Huertas Malas y se afincó en el lugar hasta el día que lo mataron. Su acento muy castizo, que desentonaba con el serrano de los lugareños; su forma de vestir y su palabra década de costumbrismo español, pueden hacer verdad la leyenda que tras este personaje se ha creado.
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