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Cómo impacta la degradación de los bosques del noroeste cordobés en el cambio climático

Cómo impacta la degradación de los bosques del noroeste cordobés en el cambio climático
La reducción de la vegetación nativa en esa región de la provincia durante la última década se ubica entre las más altas del mundo y es consecuencia, principalmente, del avance de la agricultura intensiva a gran escala. Investigadores del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv) cuantificaron la cantidad de carbono que secuestran esos bosques y cuánto afecta a esa capacidad el cambio de uso del suelo. Estiman que el reemplazo de una hectárea de bosque por una de cultivo agrícola libera 51,5 toneladas de carbono a la atmósfera, el equivalente al dióxido de carbono que emiten 40 argentinos promedio en un año.  [02.03.2016]


El cambio climático, definido como una alteración en los patrones globales del clima, es causado principalmente por el aumento en la concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) y, en menor medida, de otros gases de efecto invernadero, como el metano y el óxido nitroso. Hoy existe un consenso general en la comunidad científica acerca de que el cambio climático global “es un hecho y es antropogénico, es decir, producido fundamentalmente como consecuencia de la actividad humana”, indica Georgina Conti, investigadora del equipo que llevó adelante el estudio.


Frente a ese panorama, una de las principales acciones para mitigar este fenómeno es “tratar de reducir, o al menos no incrementar, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera”.  Es en ese punto donde el servicio ecosistémico de secuestro de carbono que proveen los bosques se vuelve clave.

El “secuestro de carbono” es un servicio que brindan los ecosistemas al medioambiente y consiste en la capacidad de esos ecosistemas de absorber y almacenar carbono en reservorios estables. Ese proceso es posible gracias a la fotosíntesis de las plantas –toman dióxido de carbono y agua, usando la luz como energía, para formar compuestos orgánicos y liberar oxígeno–, y a la acumulación de materia orgánica en el suelo, que puede retener incluso más carbono que la vegetación viva. 

El equipo de investigadores pertenece al Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (Imbiv), dependiente de la UNC y Conicet. Ellos cuantificaron la cantidad de carbono que “secuestran” los bosques del Chaco seco cordobés y analizaron cómo se redujo esa capacidad con los cambios en el uso del suelo de esa región. Lo hicieron motorizados principalmente por la explotación agrícola y el sobrepastoreo.

“Cualquier reducción en la cobertura del bosque implica que el carbono acumulado a lo largo de años se libere, emitiéndolo nuevamente a la atmósfera como dióxido de carbono”, señala la investigadora consultada, y agrega que esto implica una pérdida en la capacidad de esos bosques de secuestrar carbono y, así, mitigar el efecto del cambio climático global.


El área de estudio corresponde al centro-oeste de la provincia de Córdoba.
Incluye un área de aproximadamente 1200 km2, que atraviesa parte de
los departamentos de Pocho y San Alberto, y se corresponde con el
Parque y Reserva Natural Chancaní y alrededores.

Para ejemplificar la pérdida, Conti utiliza la siguiente comparación: “En términos absolutos, una hectárea de bosque chaqueño seco en su estado más conservado almacena, solo en la vegetación, 43.26 toneladas de carbono, que representan lo que contaminan 34 argentinos promedio en términos de emisiones de dióxido de carbono. Si consideramos el suelo orgánico bajo ese bosque, a solo 30 cm de profundidad, los valores se duplican. El reemplazo de una hectárea de bosque por cultivos agrícolas reduce los valores de carbono en la vegetación prácticamente a cero y, si incluimos el suelo, la reducción es del 60% bajo una hectárea de cultivo. Es decir, se pierden 51.5 toneladas de carbono por hectárea y se libera el equivalente al dióxido de carbono que emiten 40 argentinos promedio en un año”. 


El estudio cobra especial relevancia ya que en el último tiempo ha sido demostrado que estos bosques, en conjunto con otros sistemas semiáridos del hemisferio sur, juegan un rol central en la regulación de las variaciones de dióxido de carbono atmosférico a nivel global.

Un paisaje compuesto de parches


El estudio parte de la constatación de que los bosques del Chaco seco de Córdoba fueron usados intensamente y que actualmente el paisaje se compone de “parches”, que han sufrido históricamente distintas presiones de uso.
El equipo midió cada uno de esos “parches” para establecer una información de base acerca de cuánto carbono estaba almacenado en árboles, arbustos, hierbas, materia muerta sobre el suelo, y en materia orgánica e inorgánica del suelo hasta dos metros de profundidad.
Para ello, tomaron una muestra de una hectárea correspondiente a cinco “fisonomías vegetales que resultan de distintos tipos de usos de la tierra históricos y presentes”: bosque conservado; bosque secundario, (bosque abierto con baja carga ganadera actual); arbustal cerrado (o fachinal), un arbustal espinoso y bajo que ha sufrido un uso histórico intenso de extracción maderera y pastoreo pasado y actual, y jarillal (o arbustal abierto), que presenta signos visibles de degradación a nivel del suelo y baja cobertura vegetal, con un uso histórico de extracción forestal y sobrepastoreo. Por último midieron una hectárea de cultivo de papa, tradicional de la zona estudiada.
Las conclusiones del trabajo alertan sobre la situación actual de los bosques del noroeste de Córdoba y sus implicancias en la posibilidad de esos bosques de morigerar o mitigar los efectos del cambio climático. Éstos, como el resto del bosque chaqueño sudamericano, están sufriendo una reducción y degradación que está entre las más altas del mundo.

“La conversión de la cobertura boscosa en sistemas degradados o su total reemplazo por sistemas agrícolas tiene profundísimas consecuencias en la capacidad de estos bosques de proveer del servicio ecosistémico de secuestro de carbono”, advierte el estudio.

Sin embargo, los investigadores apuntan que existen algunos manejos del bosque que, al menos en el corto plazo, “brindan otros servicios ecosistémicos sin afectar de manera significativa la capacidad de almacenar carbono del bosque chaqueño de Córdoba”. Este sería el caso de un manejo ganadero de baja carga, con extracción leñosa controlada, y que permita la regeneración del bosque brindado productos de potencial uso a la comunidad local y regional.

Por otra parte, destacan que en el último tiempo están apareciendo diversas evidencias de que los ecosistemas áridos y semiáridos del hemisferio sur (que incluyen al Chaco) estarían teniendo un rol importante en la regulación de las variaciones de dióxido de carbono atmosférico a lo largo del año a nivel global.

“Ahora los trabajos apuntan a entender los mecanismos por los cuales esta vegetación semiárida del hemisferio sur estaría teniendo ese rol en la regulación de las concentraciones de dióxido de carbono a nivel global, pero desde ya que esto puede tener una fuerte repercusión en las decisiones de mitigación y conservación de los reservorios de nuestros bosques”, apunta Conti, y llama a “entender que el delicado equilibrio existente entre la provisión de servicios por parte de los bosques y su explotación es fundamental para mantener una subsistencia digna en nuestro planeta”.

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